ALBARIZA
Siguiendo con el hilo del mes pasado, creíamos interesante seguir hablando de suelos. En esta ocasión con una de las zonas con mayor singularidad del mundo; El Marco de Jerez. Aunque dicha singularidad no deriva exclusivamente del suelo, hoy nos vamos a centrar en comentar cómo son a lo largo de su extensión y su importancia y aportación en sus vinos.
El Marco de Jerez se sitúa en el noroeste de la provincia de Cádiz, la más meridional de
la península Ibérica. Enclavada en la costa atlántica y enmarcada por los ríos
Guadalquivir y Guadalete, se trata de una región privilegiada, en la que se concentra la
esencia más pura del carácter de la Baja Andalucía: la luz, el mar y un paisaje de colinas
blancas y suaves, en las que los trigos, los girasoles y el viñedo se turnan a lo largo del
año para teñir de verde sus laderas.
Al norte, el imponente cauce del río Guadalquivir y sus marismas y, más allá, la
extraordinaria reserva natural del Coto de Doñana. En el sur, los viñedos se mezclan con
salinas y pinares. Hacia el interior, las suaves colinas cada vez se hacen más escarpadas,
anunciando su proximidad a la bella serranía de Cádiz. Y a poniente, el mar. La costa
atlántica, que desde Sanlúcar a Chiclana impregna con su influjo a todo el Marco de
Jerez, aliviando con sus brisas el calor de los largos días de verano. Una costa de
extensas playas de arena blanca, dominada por la milenaria ciudad de Cádiz, que
contempla la región desde el propio mar, al otro extremo de su bahía.
Nueve localidades poseen en sus respectivos términos municipales viñedos acogidos a la
Denominación de Origen: Jerez de la Frontera, El Puerto de Santa María, Sanlúcar de
Barrameda, Chiclana de la Frontera, Chipiona, Puerto Real, Rota, Trebujena y Lebrija,
localidad ésta última perteneciente a la provincia de Sevilla.
Jerez de la Frontera es la principal de las ciudades del Marco y capital de la región
vinícola a la que da nombre. Asentada en una de las múltiples colinas que dominan la
amplia campiña de tierras albarizas, a caballo entre la cercana serranía y las ciudades
costeras. A pocos kilómetros de Jerez, en la confluencia del río Guadalete con la cercana
Bahía de Cádiz, se asienta El Puerto de Santa María. Más al norte, en la desembocadura
del río Guadalquivir y frente al impresionante Coto de Doñana, se encuentra Sanlúcar de
Barrameda, el otro vértice del mítico triángulo del Jerez y lugar de origen de la Manzanilla.
No lejos de Sanlúcar, río Guadalquivir arriba, se encuentra la localidad ribereña de
Trebujena, tierra de viticultores desde tiempos remotos. Los viñedos situados más al norte
de la región entran ya en el término municipal de Lebrija, que aunque perteneciente a la
provincia de Sevilla, comparte con las localidades vecinas del sur su antigua tradición
vinatera. En el extremo más occidental de la provincia de Cádiz se sitúa Chipiona, que es
el hogar preferido de una de las variedades más emblemáticas de la viticultura del Marco:
la moscatel. Algo más al sur, enmarcando ya la Bahía de Cádiz por el norte, se encuentra
la villa de Rota, tierra de huerta y de viñas desde tiempos inmemoriales. Al sur de la
Bahía, cerca de los históricos asentamientos de Sancti Petri, el término municipal de
Chiclana de la Frontera acoge los viñedos más meridionales del Marco. Finalmente, muy
cerca de Chiclana y dentro ya del área de la Bahía de Cádiz, se encuentra Puerto Real,
localidad cuyo término municipal está igualmente salpicado de viñedos.
El Marco de Jerez presenta horizontes abiertos, suavemente ondulados, de colinas o
cerros de escasa pendiente con una inclinación entre el 10 y el 15%, cubiertos de una
tierra caliza que en los meses secos resulta deslumbrantemente blanca: la albariza. Esta
marga blanda aflora en la superficie en la parte alta de las colinas, dando lugar al paisaje
característico de las viñas del Jerez. La albariza es rica en carbonato cálcico (pudiendo
contener hasta un 40%), arcilla y sílice, procedente ésta de los caparazones de diatomeas
y radiolarios presentes en el mar que ocupó esta zona durante el período Oligoceno. La
albariza más fina, con mayor proporción de caliza y elementos silíceos, proporciona los
vinos más selectos y solicitados del Marco de Jerez. Las características más importantes
de este suelo son su alta capacidad de retención de humedad, almacenando la lluvia
caída en invierno para nutrir la cepa en los meses secos, además de que son pobres en
contenido orgánico y que por su color blanco son capaces de reflejar una gran parte de la
radiación solar. De estructura hojosa, en los períodos lluviosos la albariza se abre como
una esponja, absorbiendo gran cantidad de agua. Posteriormente, con la llegada del calor,
las capas superficiales del suelo se compactan, evitando así la evapotranspiración que
produce la alta luminosidad de la zona. La albariza es fácil de labrar y por su alto poder
retentivo de la humedad permite una excelente distribución del sistema radicular,
habiéndose detectado raíces en las tierras de albarizas a hasta 6 metros de profundidad y
con longitudes de hasta 12 metros. En la actualidad la mayoría de los viñedos de Jerez
están plantados sobre este suelo.

Existen en el Marco otros tipos de suelos también destinadas a la producción de Vinos de Jerez, aunque en porcentajes menores, llamadas barros y arenas. Los barros son suelos predominantemente arcillosos con contenidos menores de caliza y más materia orgánica que la albariza, lo que contribuye a su color oscuro. Se encuentran más frecuentemente en las zonas bajas de las colinas y en las vaguadas. Las arenas, típicas de las zonas costeras, están compuestas de una combinación de arena y arcilla. Pueden ser suelos ricos en óxido de hierro, lo que les confiere un color rojizo, o simplemente arenas de costa. Tienen poco o nada de caliza en su contenido y son especialmente aptos para cultivar moscatel.
Tradicionalmente los viticultores jerezanos han dividido la zona de producción en pagos, considerándose como tales a cada pequeña zona de viñas, con tierra y mesoclimas homogéneos, y delimitadas por accidentes topográficos. Algunos pagos famosos son los de Carrascal, Macharnudo, Añina y Balbaína. Se ha llegado a diferenciar más de 300 pagos en todo el Marco.
Os proponemos la opción de poder comprobar las diferencias entre vinos de distintos pago de distintas zonas.
Pago de Macharnudo. Localizado entre Añina y Carrascal, este pago es uno de los 4 más afamados en la zona de Jerez, a 17km del Océano Atlántico y considerado el más adaptado a vinos para largas crianzas. Su nombre que proviene del árabe Machar-Nudo (Cerro Desnudo) describe perfectamente su morfología, puesto que se caracteriza por la pureza de sus albarizas, que impide el crecimiento de hierbas. Nos encontramos un suelo rico en Toscas de Barajuelas, y de ahí la predisposición que encontraban las bodegas aquí ubicadas a poder elaborar largas crianzas en sus vinos.
La Riva Macharnudo 2020 75 CL - De Gálvez – De Gálvez (degalvezseleccion.com)
Pago Maina. Este viñedo presenta unos niveles extraordinarios de diatomeas en sus albarizas de barajuelas. Lo que unido a su orientación este, potencia la envergadura y pegada de este vino del interior de Sanlúcar.
Ube Maina 2018 75 CL - De Gálvez – De Gálvez (degalvezseleccion.com)
Pago de la Cuz. Con orientación Suroeste a una altitud de 90m. en Trebujena.
Con una edad de unos 20 años, en albariza.
Sombrajo Viña Pago La Cruz 2020 75 CL - De Gálvez – De Gálvez (degalvezseleccion.com)
Pozo Galván, Matalián y el Inglés. Estos pagos vitícolas de albariza son muy tradicionales y antiguos como productores de las uvas de mayor calidad del término de Chiclana. La principal característica es su alto poder retentivo de la humedad, almacenando la lluvia caída en invierno para nutrir la cepa en los meses secos.
Socaire 2020 75 CL - De Gálvez – De Gálvez (degalvezseleccion.com)